Es bochornoso subir a un tren completamente sucio y tercermundista. Quién haya viajado un poco por Europa, podrá comparar los trenes «Europeos» y los «Catalanes».
Además de suciedad, había gente de pié y el revisor no se cortaba ni un pelo en exigir el billete, eso si, de nuestro derecho de estar sentados o tener el tren en condiciones, pasan olímpicamente.